viernes, 30 de diciembre de 2011

Platos Rotos, 3.

-¡Eh!
-Que.
-¿Qué tienes?
-Nada…
-A mi no me engañas.
-No es nada, de verdad.
-Marco, sabes que a mí me lo puedes contar todo. Estoy aquí para lo bueno y para lo malo. Para algo soy tu novia. No sólo para lo que tú y yo sabemos -le sonríe maliciosamente. Marco se ríe, la mira. Te echaré de menos, le dice por dentro.
-Andrea…
-Dime -ajena a tales pensamientos, es aún feliz. Marco se lo piensa mejor. Echará de menos sus bromas y su carita de ángel. Sus profundos ojos y su cuerpo, en el que cada noche que podía se perdía. Su lisa piel de seda, tan suave. Las sensaciones que tenía al acariciarla. Era todo tan bello…
-Esto no funciona.
-Hey, tio. -y de nuevo, Kevin.
-Que.
-Estás un poco ido, ¿quieres un trago?
-No.
-Venga, a ver si te sueltas un poco, pareces un zombie. -Marco se lo piensa mejor. Le hace falta reírse, pero sabe que el alcohol, en realidad, es un depresivo, al igual que las drogas. Si toma demasiado, acabará llorando. Aunque un poco no le hará daño. Asiente con la cabeza, le sonríe y va con él a la cocina. Allí están Pablo, Tony, Bruno y Fran, un primo de Kevin.
-No querías salir del salón, ¿eh? -bromea Bruno.
-Cállate, tío. Estoy medio dormido.
-¿Quieres un cafecito? -vacila Pablo.
-Ja, ja. -Marco le muestra su mejor sonrisa amarga.
-Venga, anda, toma un poco. -Kevin le da un vaso de plástico.
-¿Y esto qué es?
-Da igual, tú bebe.

Mientras, en otros lugares, Marta y Andrea hablan por teléfono.

-¡Venga, cariño!
-No…
-¡Hazlo por mí!
-¡Que no!
-¡Hace tiempo que no nos vemos y tú necesitas liberarte un poco de tanta tensión!
-¿Sabes cuándo me liberaré de la tensión?
-Cuando acabes bachiller… Ya lo has dicho.
-Pues ya está.
-Mi amor, hace siglos que no salimos por ahí y sólo te pido que vengas conmigo a esa fiesta. Van a inaugurar la nueva discoteca y no quiero ir sin ti.
-Pero si ya vas a ir con tus amigas.
-¿Y tú qué eres para mí? -Andrea se queda pensando. Marta tiene razón. Hace tiempo que no sale y no le vendría mal divertirse y olvidarse un poco de los malos rollos.
-Está bien, iré. ¡Pero sólo lo hago por ti!
-Te quedas en mi casa, ¿no?
-Supongo.
-Pues ya puedes ir poniéndote guapa, nena. -Marta sonríe.
-Cállate y adiós.
Andrea le cuelga. Está muy desganada. Ahora sólo le apetece sentarte en el sofá, comer palomitas y ver una peli en blanco y negro. O quizás cine mudo. Pero debe vestirse, peinarse, pintarse y, en general, arreglarse. Después de todo, hace la mochila. Mete el pijama, el cepillo de dientes, la pasta, las gafas, calcetines, braguitas… No, braguitas no, hoy algo más sexy.
Lleva puesto un vaquero, una camiseta blanca y unas Converse negras. Sabe que Marta no le dejará ir así, pero como ella tiene buen gusto, mucha ropa y la misma talla, no se preocupa. El pelo, lo tiene recogido en una coleta, así de simple. Y no se ha maquillado por pereza. Prefiere que Marta la ayude.
-Mamá, esta noche salgo.
-¿A dónde vas?
-Me voy a quedar en casa de Marta, que me llamó antes para invitarme. Dice que hace tiempo que no nos vemos y que me echa de menos, me dejas, ¿no?
-Vale, pero pórtate bien.


Pero hay algo que Andrea no sabe.

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