viernes, 30 de diciembre de 2011

VACATIONS :$

Hasta el 9 de Enero. Un besaco a todo el que lo lea. (L)

Platos Rotos, 3.

-¡Eh!
-Que.
-¿Qué tienes?
-Nada…
-A mi no me engañas.
-No es nada, de verdad.
-Marco, sabes que a mí me lo puedes contar todo. Estoy aquí para lo bueno y para lo malo. Para algo soy tu novia. No sólo para lo que tú y yo sabemos -le sonríe maliciosamente. Marco se ríe, la mira. Te echaré de menos, le dice por dentro.
-Andrea…
-Dime -ajena a tales pensamientos, es aún feliz. Marco se lo piensa mejor. Echará de menos sus bromas y su carita de ángel. Sus profundos ojos y su cuerpo, en el que cada noche que podía se perdía. Su lisa piel de seda, tan suave. Las sensaciones que tenía al acariciarla. Era todo tan bello…
-Esto no funciona.
-Hey, tio. -y de nuevo, Kevin.
-Que.
-Estás un poco ido, ¿quieres un trago?
-No.
-Venga, a ver si te sueltas un poco, pareces un zombie. -Marco se lo piensa mejor. Le hace falta reírse, pero sabe que el alcohol, en realidad, es un depresivo, al igual que las drogas. Si toma demasiado, acabará llorando. Aunque un poco no le hará daño. Asiente con la cabeza, le sonríe y va con él a la cocina. Allí están Pablo, Tony, Bruno y Fran, un primo de Kevin.
-No querías salir del salón, ¿eh? -bromea Bruno.
-Cállate, tío. Estoy medio dormido.
-¿Quieres un cafecito? -vacila Pablo.
-Ja, ja. -Marco le muestra su mejor sonrisa amarga.
-Venga, anda, toma un poco. -Kevin le da un vaso de plástico.
-¿Y esto qué es?
-Da igual, tú bebe.

Mientras, en otros lugares, Marta y Andrea hablan por teléfono.

-¡Venga, cariño!
-No…
-¡Hazlo por mí!
-¡Que no!
-¡Hace tiempo que no nos vemos y tú necesitas liberarte un poco de tanta tensión!
-¿Sabes cuándo me liberaré de la tensión?
-Cuando acabes bachiller… Ya lo has dicho.
-Pues ya está.
-Mi amor, hace siglos que no salimos por ahí y sólo te pido que vengas conmigo a esa fiesta. Van a inaugurar la nueva discoteca y no quiero ir sin ti.
-Pero si ya vas a ir con tus amigas.
-¿Y tú qué eres para mí? -Andrea se queda pensando. Marta tiene razón. Hace tiempo que no sale y no le vendría mal divertirse y olvidarse un poco de los malos rollos.
-Está bien, iré. ¡Pero sólo lo hago por ti!
-Te quedas en mi casa, ¿no?
-Supongo.
-Pues ya puedes ir poniéndote guapa, nena. -Marta sonríe.
-Cállate y adiós.
Andrea le cuelga. Está muy desganada. Ahora sólo le apetece sentarte en el sofá, comer palomitas y ver una peli en blanco y negro. O quizás cine mudo. Pero debe vestirse, peinarse, pintarse y, en general, arreglarse. Después de todo, hace la mochila. Mete el pijama, el cepillo de dientes, la pasta, las gafas, calcetines, braguitas… No, braguitas no, hoy algo más sexy.
Lleva puesto un vaquero, una camiseta blanca y unas Converse negras. Sabe que Marta no le dejará ir así, pero como ella tiene buen gusto, mucha ropa y la misma talla, no se preocupa. El pelo, lo tiene recogido en una coleta, así de simple. Y no se ha maquillado por pereza. Prefiere que Marta la ayude.
-Mamá, esta noche salgo.
-¿A dónde vas?
-Me voy a quedar en casa de Marta, que me llamó antes para invitarme. Dice que hace tiempo que no nos vemos y que me echa de menos, me dejas, ¿no?
-Vale, pero pórtate bien.


Pero hay algo que Andrea no sabe.

domingo, 25 de diciembre de 2011

Hay razones para creer...

Por cada tanque que se fabrica en el mundo, se fabrican ciento treinta y un peluches.

Por cada bolsa de valores que se desploma, hay diez versiones de “What a wonderfull world”.

Por cada persona corrupta, hay ocho mil donando sangre.

Por cada muro que existe, se ponen doscientos mil tapetes de “BIENVENIDO”.

Mientras un científico diseña una nueva arma, hay un millón de mamás haciendo pasteles de chocolate.

En el mundo se imprime más dinero de Monopoly que dólares.

Hay más videos divertidos en Internet que malas noticias en todo el mundo.

AMOR tiene más resultados que MIEDO.

Por cada persona que dice que todo va a estar peor, hay cien parejas buscando un hijo.
 
Por cada arma que se vende en el mundo, veinte mil personas comparten una Coca-Cola.
 
 
Por: "*Dreamy Lioness*"

sábado, 24 de diciembre de 2011

Platos Rotos, 2.

Marco está en Costa Teguise. En la Playa Bastián. Bruno le ha obligado a ir, le llamó un rato después y ahora está allí. Sentado en una hamaca, hablando con Kevin, con una chuleta en la mano. Le ha dado un mordisco, sólo uno, no tiene hambre. Kevin le habla, le cuenta que hace un par de días conoció a una "piva" en la discoteca. Que estaba muy buena. Que tenía dos buenas tetas, de esas que ya no hay. Que se la llevó al baño y se la tiró. Que ella le dio su número. Que él lo tiró nada más salir del local. Y Kevin sigue hablando, pero él ni se inmuta. Sabe que es un machista y que trata a las chicas como objetos sexuales. Una parte de su mente tiene ganas de intentar que entre en razón, pero la otra parte está tan cansada que, simplemente, no hace nada. Se le queda mirando. Para entrar en acción se necesitan las dos partes de uno mismo, y Marco no puede. Ahora ni si quiera le escucha, su mente se concentra en Andrea. En sus ojos... Su pequeña nariz, sus rojos labios, que tanto desearía besar, su pelo castaño, largo, hasta el final de la espalda, y rizado, a donde quiera que mirara, siempre encontraba uno de sus rizos. Tan bonitos y perfectos, como ella. Siempre con el pelo suelto. Recuerda su cuello, fino y suave. Cuando la besaba, le hacía cosquillas. Y ella se reía. Qué sonrisa tan bonita. Lo que más le gustaba era oírla reír... Pero, cuando aquel día la oyó llorar, su corazón se rompió en mil pedazos. Junto con su alma. Y todo fue por...
-¿Y entonces qué? -Kevin interviene en sus pensamientos.
-¿Qué?
-Marco... ¿Me estabas escuchando?
-Eh... La verdad es que no, lo siento.
Kevin se ríe.
-Es igual, no importa.
-No, dime. ¿Qué me decías?
-Que si te apetecía venir conmigo y los chicos la nueva discoteca esa. Pero si vas a ignorarme como ahora, no te invito, ¿eh?
-Ja, ja. Tranquilo, me había quedado pensando. ¿Cuando van a ir?
-Este sábado.
-Ok, pues quedamos en tu casa, que es la que está más cerca, ¿no?
-Sí, sí. Sobre las 12 y media. No habrá nadie, mis padres se van de viaje, si quieres quédate a dormir.
-Vale.

Ya han pasado dos horas. Se despiden y cada una va a su casa. Andrea piensa por el camino que debería hablar algo con su madre, al menos, para que vea que todo está bien y no la ametralle a preguntas. Su padre es un poco más despistado, sabe que no se da cuenta de esas cosas, pero su madre es como si tuviese un radar experto en detectar miradas. Llega a casa.
-Hola, mamá. Hola, papá. -les sonríe.
-Hola -responden los dos.
Andrea se sienta en el sofá y empieza a hablar. Les cuenta cómo ha ido el día, sus últimas notas, ellos la felicitan y sonríen mientras ella cuenta las bromas con sus amigas y demás. Ellos no saben nada de Marco desde hace meses, no llama, no va a su casa... Se imaginan que algo ha pasado. Pero, en parte, no quieren entrometerse demasiado. Hurgar en las cicatrices no es bueno. Y si ella ha decidido que no quiere contarlo, sacárselo a la fuerza no es conveniente. Cuando esté mejor, le preguntaré sobre eso, piensa su madre.
Qué fácil es fingir, después de todo, el radar de mamá ya no es tan efectivo. Andrea ya ha subido, está en el baño. Se mira al espejo, ve su mirada cansada. Los ojos ligeramente hinchados y el pelo despeinado. Hace ya algo de tiempo que no se arregla como antes. Le da igual lo que piense la gente sobre su aspecto. Se quita la ropa para entrar en la ducha. Se mira el cuerpo. Está algo más gorda. No mucho, pero algo. Se ha estado descuidando, nada de deporte, nada de fruta ni verdura. El chocolate ha sido su mejor amigo los últimos meses. Bueno, el chocolate, el azúcar, las golosinas, las galletas, el helado... Hasta el helado, que todavía hace frío. Pero no importa, se gusta gorda, flaca, alta, baja, etc. No está de más cuidarse pero, ahora ya no tiene que depender de si a alguien le gusta o no cómo está físicamente. ¿Qué más da la belleza?

Para ti, mi amor.

Fui al mercado de pájaros
y compré pájaros.
Para ti,
mi amor.
Fui al mercado de flores
y compré flores.
Para ti,
mi amor.
Fui al mercado de chatarra
y compré cadenas.
Pesadas cadenas.
Para ti,
mi amor.
Después fui al mercado de esclavos.
Y te busqué.
Pero no te encontré,
mi amor.


De "Paroles"
Versión de Claire Deloupy

Jacques Prévert

miércoles, 21 de diciembre de 2011

Platos Rotos, 1.

Lunes 16, Mayo. 13:56. Marco se despierta. ¿Qué hora es? Ayer llegó a su casa sobre las 7 de la tarde, estaba tan cansado que se echó a dormir en el sofá y no se ha despertado hasta ahora. Increíble, poder dormir tanto... Joder, ni mi madre ni mi padre me han despertado. Se ve cómo les preocupo, piensa.
Va a su habitación, enciende el móvil. Batería agotada. Y se vuelve a apagar. Coge el cargador y lo enchufa. Va al baño, enciende la luz y se moja la cara, para refrescarse. Se mira al espejo. Así, con la cara empapada. Y ve sus ojos, verde oscuro. Bajo ellos descubre algo que no había visto antes, y si lo vió, no se percató. Unas enormes ojeras. A pesar de que ha dormido muchísimo, están ahí, imponentes. Suspira y apreta los labios. Se seca la cara y va a la cocina. Hay signos de que alguien ha desayunado ahí, restos de pan y una mancha de café en el mantel. Qué hambre... Va a la nevera, no hay leche. Sólo un yogur y algo de zumo. Saca el yogur y coge una cucharilla, lo deja sobre la mesa y busca el pan, que se lo tendrá que tomar sólo y seco. Menos mal que hoy toca hacer la compra, piensa. Desayuna esa miseria y enciende el ordenador. Recuerda las palomitas del microondas que hay en el cajón y las hace. Ahora sí que se me pasará el hambre. Y sonríe.
Un poco de Facebook no le irá mal. Vicky está conectada. Tony y Bruno también. ¿Ellos tampoco han ido al instituto? Mira la hora. 14:23. Ah, vale.
Bruno
¿Dónde has estado la última semana?
Marco
Ocupado... Yo que sé. No he tenido ganas de quedar y he estado repasando un poco lo de clase.
Bruno
Ok.
Oye, lo chicos y yo hemos dicho de ir a Bastián a hacer una barbacoa. ¿Te vienes?
Marco
No sé, tío... Estoy un poco desganado.
Bruno
Si no vienes, tendré que obligarte. Te cogeré por los pezones y te torturaré hasta que me prometas que irás. ¡Si hasta van a venir las chicas! Gara, Susana, Natalia, Nerea y Sara.
Marco
Está bien... Vamos juntos, ¿no?
Bruno
Sí, iremos con Tony que él nos lleva a nosotros, a Kevin y a Pablo.
Marco
Ok.
Marco tiene ganas de contarle lo mal que lo pasó anoche. Lo de Vicky, lo que ocurrió con Andrea. No se lo había contado a nadie excepto ayer, que necesitaba hablar con Vicky.
Marco
Bueno, me voy.
Apaga el ordenador.

Apaga el despertador. Mismo lunes. 6:45. Se levanta y se viste. Se arregla un poco el pelo y baja a desayunar. Hay una taza de leche con cereales esperándola. Termina, se lava los dientes y sube al coche. Su madre la mira un momento. No ha dicho ni mu desde que se ha levantado. Ni si quiera ha respondido a su "Buenos días". Sólo mira por la ventana como pasa corriendo el paisaje. Llegan al instituto. Andrea se baja y saluda a sus amigas, mientras, su madre ve como se aleja.
En clase, nada cambia. Los mismos profesores. Dando las mismas tonterías. Escribiendo lo mismo en la pizarra. Los mismos compañeros atendiendo y los mismos que antes no atendían, durmiendo.
Y cuando se da cuenta ya ha tocado el timbre de salida. Y todos recogen y se van a casa.
Una vida rutinaria. Todo es lo mismo, lo de siempre. Por la tarde, estudia. Casi no le ha dirigido una palabra a su madre. No porque esté enfadada, sino porque no tiene ganas de hablar con nadie. Quiere estar sola un rato. Sofía la llama para salir un rato. Andrea acepta, necesita despejarse. Va a su casa y salen un rato.
-¿Sabes qué? Este sábado hay una fiesta en casa de Tamara, me dijo que te invitara, ¿te vienes?
-No sé... Tengo que estudiar, los exámenes, ya queda menos para la PAU y no me quiero arriesgar. Quiero que me salga perfecto.
-Lo sé, Andrea. Pero no es justo para ti que te encierres en tu casa y te dediques a eso. ¡Necesitas divertirte y salir un poco! Hazlo por mi... -Sofía se arrodilla y le pone ojitos.
Andrea se ríe.
-Está bien... ¡Pero sólo lo hago porque sabes que no me puedo resistir a tus ojitos!
Andrea empieza a relajarse un poco. Sofía siempre sabe cómo alegrarle el día. Hablan de todo un poco, hacía tiempo que no quedaban. Ella le habla de los chicos y de las clases. Y Andrea se limita un poco a escuchar y reírse de sus chistes. Comenta tonterías y se olvida de todo. Todo lo que le rondaba la mente antes, ha desaparecido, provocándole un gran alivio, destensando sus músculos. Le cuenta las estupideces que escucha por ahí, las boberías que escucha de sus profesores y cualquier cosa que haga reír. Lo que más le hace falta, por cierto.

lunes, 19 de diciembre de 2011

Y así es nuestra sociedad.

Criticamos las notas que sacan los demás.
Criticamos los conocimientos de cualquiera.
Criticamos las formas de hablar que existen.
Criticamos su forma de bailar de una persona en una fiesta.
Criticamos su forma de vestir de la gente.
Criticamos su forma de escribir.
Criticamos si es demasiado alto/a.
Criticamos si es demasiado bajo/a.
Criticamos la forma de expresarse de la gente.
Criticamos si tartamudea.
Criticamos su forma de reírse.
Criticamos sus gustos (musicales, personales, de vestimenta...).
Criticamos si se saca fotos diferentes.
Criticamos si es amable con todos los chicos. Quizá demasiado pero, ¿qué más da?
¿A quién le importa lo que haga o deje de hacer la gente?

domingo, 18 de diciembre de 2011

Deseos, 5.

Vicky está un poco avergonzada. Sus mejillas están algo sonrojadas y mira hacia el suelo con aire asustado. Marco está asombrado. Sólo asombrado. No sabe qué pensar, no sabe qué decir.
-Pero, tranquilo... Ya no siento lo mismo.
Marco exhala un suspiro de alivio. Le ha quitado un gran peso de encima. No porque no la quiera, es más, la quiere muchísimo, pero no de esa forma. Y se sentiría muy mal sólo por no poder serle correspondida.
-¿Por qué no me lo dijiste?
-Porque hace dos años tú y yo éramos muy buenos amigos y muy pequeños como para empezar una relación. Y ya sabes que a estas edades, no se puede empezar nada. Cambiamos constantemente de personalidad, hasta encontrar la nuestra. La que nos va como un guante. Y si cambiamos tanto siendo pareja, es posible que rompamos por diferentes opiniones o por peleas rutinarias... Y yo no quería perder lo nuestro. Prefería tener tu amistad y guardarme el amor, antes que perderlo todo. Además, no mucho después tú empezaste con Andrea... Y me hacía daño verles juntos. Así que, por eso me alejé de ti. ¡Y lo siento por ser tan débil! Pero me dolía el corazón.
Marco la abraza.
-Lo siento mucho.
-No pasa nada, Marco. No es culpa tuya, ni mía. No es de nadie.
Se despiden. Marco debe irse a casa y Vicky, hacer deberes.
Aunque debería sentarse delante de los libros, necesita relajarse. Enciende la tele, de nuevo y elige otra película: Malditos Bastardos de Quentin Tarantino. Necesita reírse un poco. Y le encanta ese director.
Marco llega a casa, suelta las llaves, se tira en el sofá y se cubre la cara con las manos. Oscuridad. Tranquilidad. No hay nadie en casa. Se sienta. Enciende la tele.
Malditos Bastardos. ¿Cómo se llamaba el director? Tenía un nombre raro...

Ella. Está sentada en la arena de la playa. La marea está vacía y la arena un poco mojada. Una puesta de sol como ninguna. Él está a su lado. En bañador. No hace frío. Un aire cálido roza sus mejillas. Levanta su pelo, que baila junto a la brisa.
Él la mira. La besa. Suave, como siempre. Sin prisas. Ella se separa y le mira a los ojos, que están a tres centímetros de los suyos.
-Te quiero.
-Yo también.
Le gusta oírlo. Lo dice sincero, sin preámbulos. Y la vuelve a besar. Sus lenguas se tocan, más bien, se rozan. Y el sol baja, lentamente. Observando la escena. Y las olas rompen, dulcemente. Con un sonido mudo, que no quiere estropear el momento.
Entonces aparece una cebra al lado de ellos. ¡Y habla!
-Hola, ¿qué hay?
Andrea se despierta.
Otra vez ese sueño. ¿Y qué pinta esa estúpida cebra? Bueno, Andrea, ya sabes que los sueños siempre son un poco raros. Aparecen cosas sin sentido... Igual que todos los que has tenido. Sí, pero, ¿es normal soñar siempre con lo mismo? No creo. Seguro que me he dormido pensando en él. Le echo tanto de menos. Y hace ya tanto que no hablamos, tanto que no sé de él. Tengo vagos recuerdos de cómo era. Quizá estos sueños sean mis deseos camuflados. Y ojalá que se hagan realidad.

jueves, 15 de diciembre de 2011

Deseos, 4.

Marco está sentado en el sofá. Mira hacia el suelo, no sabe qué decir. Vicky le mira, con sus ojos color madera. Suavemente pintados, para resaltar la mirada. Ella se levanta de su sofá y se acerca a Marco. Se sienta a su lado, le coge la mano y apoya su cabeza en su hombro. Su pelo rubio cae sobre su espalda. Con los dedos, acaricia sus manos.
-No tienes por qué hablar si no quieres.
-Me cuesta pronunciar una palabra sin que me entren ganas de llorar.
-¿Quieres un té? Quizá así te relajes.
-Con que me des un poco de agua fría, me va bien.
Vicky va a la cocina. Ya se imagina lo que es. Cuando cortaron, se quedó destrozado. La quería. Y era extraño no haberle visto llorar.
Vuelve con un vaso de agua y se lo da. Se sienta de nuevo a su lado. Sabe que le hace falta un poco de calor, de cariño de alguien. Y, cuando Marco termina, empieza a contarle toda su historia, todo lo que hubo entre Andrea y él, todo lo que sintió, lo que ocurrió y lo que no debería de haber ocurrido. La historia de un niño que creyó en el amor. Y, que al no darse cuenta de lo que tenía, lo fue perdiendo poco a poco.
-Tranquilo, Marco. Sé que duele, sé que es duro, pero en la vida ocurren este tipo de cosas. Y, aunque cueste, hay que asimilarlo. El primer amor es fuerte y resistente, permanecerá en tu memoria para siempre. Pero eso no quiere decir que siempre esté contigo. Conocerás a otro tipo de personas y volverás a sentir. Sólo tienes que creer. El amor es igual que las hadas, si no crees en ello, muere. -y por un momento, Marco nota el año de diferencia. Sólo un año más de vida, significa muchas cosas. Y, además, quizá sea verdad eso de que las chicas maduran antes que los chicos.
-¿Alguna vez te has enamorado, Vicky?
-Una vez. Hace 2 años.
-¿De quién?
Se piensa un poco la respuesta. No sabe si debería enterarse. Pero es un poco un impulso.
-De ti.

Ellas. Salen de la biblioteca.
-Tanto rollo y no hemos estudiado más de dos páginas.
-¿Qué más da? Ya vendré mañana, aún queda tiempo.
Helena se sorprende ante reacción de Andrea.
-¿Con lo obsesiva, responsable y loca por sacar la mejor nota que tú eres? Te veo esta noche estudiando hasta reventarte los sesos.
-Descansaré.
-Y más te vale.
Se despiden. Esta noche no descansará, las dos saben que no. Pero no porque necesite estudiar para sentirse satisfecha, sino porque no podrá dormir. Se conoce y lo sabe, aunque le cuesta un poco admitirlo. Incluso dentro de sus propios pensamientos.
Se va hacia la estación. Tiene ganas de sentarse en la guagua, ponerse sus cascos y desconectar de este injusto mundo. Aunque sea sólo durante 40 minutos.

¿Ya han pasado los 40 minutos? Qué rápido. Me he quedado medio dormida con el ruido de la guagua. Andrea toca el botoncito de “parada solicitada” justo antes de llegar a su destino. El conductor reacciona y frena. Abre las puertas y Andrea baja. Camina sus 30 pasos contados y llega a su casa.
-¿Qué tal está Arrecife?
-No sé.
Lo nota. Se le nota que pasa algo, está diferente, pero prefiere que las primeras palabras del día con su hija, a las nueve de la noche, no sean “¿Qué te pasa?” y que ella diga “Nada.”, suba las escaleras corriendo y se encierre en su habitación hasta mañana.
-Bueno, ¿quieres cenar algo? Nosotros cenamos sándwich.
-No tengo hambre.
-Anda, chica, que hay jamón recién comprado.
-Vale… Me tomo dos rodajas de ese jamón y un yogur.
-Bien, pues dúchate primero, que si no, se enfría el agua.
Andrea se ducha y piensa en él. Cena, ve un poco la tele y le recuerda. ¿Cómo no? Tenía que ser un drama. Se lava los dientes, se mira en el espejo y ve sus enormes ojeras. Ojalá sea la luz. Se sienta en la cama, con la cabeza baja y la mirada perdida. Se acuesta, apaga la luz e intenta cerrar los ojos. Pero como si tuviese resortes, vuelven a abrirse y, cuando se da cuenta, los cierra con fuerza. ¿A quién quiero engañar? Vuelve a encender la luz, que le ciega un poco y coge el libro. Las estrellas se pueden contar de Giulia Carcasi. A las 3:57 Andrea duerme con el libro encima de la cara y la luz encendida.
Al final, no ha podido estudiar.

viernes, 9 de diciembre de 2011

Deseos, 3.

Él. Vuelve a su casa pensando en ella. Se sienta en el sofá. ¿Qué demonios estás haciendo Marco? No puedes huir cada vez que la veas. Ella fue algo muy importante para ti. Se lo diste todo. Todo lo que tenías y podías darle. Y ahora, ¿qué? Nada. Ya no hay nada. Pero sólo porque tú no has querido. Porque te has asustado. Y llora. No hay nadie en casa. Está sólo. Y por primera vez, se siente completamente sólo en el mundo. Con sus amigos no se puede contar para hablar sobre este tipo de cosas. Se lo tomarían a cachondeo. Ya no tiene verdaderas amigas. Se comporta como un imbécil con las chicas. Llora. Llora por haberla perdido. Por haberle hecho daño a ella y por habérselo hecho a sí mismo. Se levanta. "Pañuelos, pañuelos, pañuelos, pañuelos... ¿Dónde están los pañuelos? Papel higiénico..." Va al baño, se enjuga las lágrimas, se suena y se lava la cara. No me puedo quedar aquí, tengo que distraerme aunque sea un poco. Es la primera vez que llora después de haber cortado, hace tres meses. Ha aguantado, pero es imposible no sufrir, no estallar después de tantos sentimientos dentro de ti. Dentro de tu corazón, en tu cabeza, rondando. Coge el teléfono y llama a Vicky, su mejor amiga desde siempre. Ella le ha aconsejado, le ha ayudado, le ha ofrecido su hombro como almohada. Hace alrededor de medio año que no hablan. Ella está feliz con su novio, que le roba más de la mitad de su tiempo libre y la otra "menos de la mitad", se la roban sus amigas. Pero sabe que siempre que lo necesite podrá contar con ella, aunque se hayan distanciado.
-¡Hola, cuanto tiempo!
-Hola, Vicky -dice con tono apagado.
-A qué hora y dónde... -se ha puesto seria.
-¿Puedo ir a tu casa?
-Ven, estaba viendo una peli, estoy sola.
-Vale, estoy allí en diez minutos.
Marco se lava la cara de nuevo, tiene los ojos rojos. Coge una chaqueta, las llaves, el móvil y se va.
Vicky está terminando de ver la película. Un paseo para recordar, dirigida por Adam Shankman. Le gusta aprenderse los directores de las películas que ve. Suena el interfono, le da al botón para abrir, apaga la tele y se sienta en el sofá. Marco sube y vuelte a tocar.
-¿Quién es? -intenta quitar un poco de tensión a la situación.
-Ya sabes que soy yo -pero no se puede.
Vicky se levanta y abre.
-Pasa.

Ella. Ya está en la biblioteca. Siendo más exactos, en la puerta de la biblioteca. Está esperando a su amiga Helena, cuando estudian juntas es mucho más fácil aprenderse las cosas.
-¡Eh, Andrea!
Helena ha llegado.
-¡Ya era hora! Venga, vamos.
Andrea y Helena entran juntas en la biblioteca. Van al sitio de siempre. Se sientan y abren sus libros.
Su forma de estudiar es divertida. Empiezan por lo que más les cuesta: historia de España. Se trata de relacionar las cosas que ya conocen, con lo que deben aprender. Vocabulario nuevo, fechas, nombres. Se ríen de ellos haciendo caricaturas. Al final, se lo acaban aprendiendo a base de repetición.
-Bueno, vamos a descansar un poco -Helena es la más vaga- ¿Qué tal hoy? ¿Qué has hecho?
-Pues... No ha sido gran cosa. He llegado a casa, he comido, he cogido la primera guagua de la tarde, nadie interesante, como siempre.
-Y... Hace tiempo que no te lo pregunto, ¿cómo llevas lo de Marco?
-Hoy me ha parecido verle. Cuando estaba llegando a Arrecife, había un chico leyendo sentado en los bancos que hay delante de la estación. -le tiembla la voz- Levantó la cara y creo que me estaba mirando, pero sabes que desde que perdí las gafas no veo nada bien. No sé. Cuando bajé, ya no había nadie.
-Sabía que te pasaba algo... -Andrea expone su más amarga sonrisa.
-Han pasado tres meses... Sabes que no puedo olvidarle. ¿Qué puedo hacer? Es tan difícil.
-No puedes hacer nada, voluntariamente, digo. El tiempo lo cura todo. Dale tiempo al tiempo. Tú tranquila, todo se pasa. Toda herida se cierra y deja de doler. -La abraza.
Y Andrea llora en silencio, en su hombro. Mojandole un poco la camiseta. No hay gente en la sala. Es la primera vez que llora, después de que se hubiera terminado. Ya le iba haciendo falta.
-Ya está, guapa. ¿Qué digo guapa? Estás feísima cuando lloras. ¡Saca esa sonrisa tan bonita que tienes!
Andrea sonríe falsamente, parece que se haya comido un limón ácido. Y entonces, se ríe. Se ríe de verdad. Por primera vez, desde hace tres meses. Y Helena la acompaña. Sus risas resuenan en toda la sala. Vacía. No hay nadie que pueda decir molesto "¡shhhh!", y menos mal.

jueves, 8 de diciembre de 2011

Yo, no.

No me hace falta maquillaje para sentirme guapa.
No me hace falta que alguien me grite "buenorra" o similares, además, lo odio.
No me hace falta que un idiota me diga que me echaría un polvo.
No tengo complejos de que estoy gorda, es más, vacilo con eso.
No creo que tenga los pechos pequeños.
No pienso en operarme nunca.
No me pinto los ojos para ir al instituto. Sólo en ocasiones que me apetece, para salir con mis amigas, con mi familia, para una cena. Ocasiones especiales.
No me doy tres capas de base para que no se me vean los granos. No uso base, colorete, sombras o cualquier otro potingue.
No hago dietas estrictas para adelgazar. Me cuido, simplemente.
No hago ejercicio porque crea que así bajaré de peso. Hago ejercicio porque me gusta verme en forma, me gusta sentirme fuerte y me gusta hacer ejercicio.
No me pongo tacones para que me resalte el culo, no. Prefiero mantener mis pies pegados a mis tobillos hasta que tenga una cierta edad.
No me plancho el pelo prácticamente nunca.
No me importa lo que piense la gente de mi forma de vestir. De cómo combino colores y chorradas de esas.
No me pongo escotes hasta el ombligo.
No uso sujetadores Push-up o Wonderbra. Sí, sí. De esos que te levantan las tetas hasta la frente, sin dejarte ver el mundo.
No me depilo las piernas hasta que piense: "esto ya no puede ser".
No me pongo pantalones cortos a no ser que haga un calor infernal.
No me bajo el pantalón y me levanto el tanga para que todos vean que llevo uno y para así, hacerme sentir mayor.
No me gustan los tupés.
No me depilo las cejas hasta parecer una muñeca.
No me pinto los labios nunca.
No me pongo pendientes o aros nunca.
No me pinto las uñas nunca.
No me gustan los collares, pulseras o anillos. Sólo llevo un simple anillo por recuerdos.
No llevo perfume. Nunca.
Me basto yo solita, para mirarme al espejo y sentirme bien conmigo misma. Me siento bella tal y como soy.No me fijo en la corteza, me fijo en el interior. Me gustan las personas simpáticas, que hagan bromas ingeniosas, no me río de cualquier cosa. Me gusta hablar con gente inteligente. Cuando una persona es bella por dentro, te parecerá que también lo es por fuera. Aunque objetivamente no lo sea. Pero eso no importa. Nunca pretenderé enamorar a alguien por mi exterior. Prefiero que se fije más en que soy lista, soy simpática, soy amable, soy humilde, soy curiosa, soy atenta, soy imaginativa, soy cariñosa...
Y me hace gracia que la gente que no me conoce me diga lo contrario. Me hace gracia que me digan que soy "demasiado seria" porque en clase no hago tantas tonterías como fuera de las aulas, donde nunca me han visto, que me llamen "rata" porque no le dejo mis bolígrafos y mis rotuladores permanentes a cualquiera, que me califiquen de "orgullosa" porque tengo mis principios, que me digan que soy muy "seca" porque no doy mi cariño a cualquiera...
Pero, así es la vida. Lo que unos ven redondo otros lo ven cuadrado.

sábado, 3 de diciembre de 2011

Deseos, 2.

Él. Por fin ha terminado el capítulo del día. Cada día va a un lugar diferente y lee un capítulo de su libro. Le gusta cambiar un poco. Su casa es como si fuese una cueva. Desde que su madre se fue de viaje es como si ya nadie recogiese. Vivimos en un mundo machista. La mujer limpia. Que tópico más absurdo. Cierra el libro y mira a su alrededor. Aún sigue buscándola. Ha llegado la guagua. La guagua que cogía él antes. La que le llevaba a verla. La línea 7. Mira en su interior. La ve. ¿Cómo es posible? Y, ¿qué hago? Me voy, no quiero que pase como la última vez. La vi, no la saludé y encima le di la espalda. Sé que fui imbécil. Pero me hago más daño sabiendo que ella está bien y yo no. Prefiero estar ajeno a lo que haga, lo que me diga y como esté. Prefiero no saber. Se levanta y se va.

Ella llega a la estación de guaguas. Va a la biblioteca, tiene que estudiar para la PAU y en su casa nadie podría concentrarse. Sus padres gritan, se enfadan. Las peleas son la rutina y ya está cansada. Sus amigos se han ido todos. Ella era la más pequeña del grupo y todos se han ido a estudiar fuera. Ahora está casi sola. Pero prefiere estar sola y poder tener todo el tiempo del Mundo para aprobar, atender y no desconcentrarse con cualquier cosa. Estos últimos años han sido aburridos. Pero, ¿merece la pena haberse esforzado tanto? Al fin y al cabo, dentro de un par de meses acabará bachillerato y, después de verano, se irá a la universidad. Sí, merece la pena. Camina ensimismada, pensando en sus cosas y sin pararse a mirar nada, a nadie. Conoce el camino como la palma de su mano y, aunque le taparan los ojos, sabría ir a ciegas. Escucha un poco de música. Le gusta desconectar de la gente. Sus cascos no dejan oír nada más. Y, a veces, es mejor que no te des cuenta de lo que pasa.