sábado, 26 de enero de 2013

Magia.

La Tierra Gira, las estrellas brillan. Humedad en el aire: lloverá. Como banda sonora, tu respiración, entrelazada con el sonido de las olas que rompen tímidas sobre la arena. Echada sobre tu pecho, hasta puedo sentir los latidos de tu corazón. Y tú miras al aire mientras piensas en vete a saber qué. Yo acaricio tu piel, tu cuello. Recorro cada trozo sin dejarme nada, es suave, cálida. Subo un poco y me acerco a tu oreja, la toco con la yema de los dedos de arriba abajo. Y paso a tu pelo. Que al separarlo del resto se escurre entre mis manos, como el tiempo cuando estamos juntos. Comienzan a mezclarse las palabras en mi cabeza. Quiero hablar, quiero decirte algo. Y tú, ausente, aún miras las nubes en el cielo azul oscuro de la noche, ajeno a mis confusos pensamientos. Sigo acariciando tu piel, embobada, observando tu maravilloso cuello, que tantas ganas tengo de besar y morder, para erizar la piel de tus brazos y recordarte que estoy aquí, que puedes abrazarme fuerte si te apetece, que puedes besarme en la boca. Pero me mantengo al margen, por si puedes leerme el pensamiento. Te miro y te das cuenta, me miras. Y por un segundo creo que más feliz no puedo ser. De tenerte a mi lado, de sentir tu calor y tu cariño. Dos palabras se crean en tu interior, se perfeccionan en tu lengua y flotan entre tus labios hasta llegar a mis oídos. ¿Hace falta que aclare cuáles son? Te quiero. Sonrío y trato de mirarte con otros ojos, que intentan ver dentro de ti. Para averiguar si es verdad, para saber qué es lo que sientes. No sé qué vi, pero pude irme tranquila. Me río. Te amo, tonto, estoy enamorada de ti. Tan fácil es escribirlo y tanto me cuesta decirlo. Eso es lo que antes tenía en la cabeza, esas son las palabras que me confundieron. ¿Y qué hago? ¿Es el momento? No puedo, no puedo soltarlo así como así. Siento que me empiezo a enrojecer y él me está mirando. Aún estoy sonriendo, escondo mi cara entre sus brazos, ocultándola de sus ojos. Te das cuenta de que algo rondaba mi cabeza. Quieres que te lo cuente, pero yo aún no puedo. Me haces cosquillas intentando que ceda, pero yo desvío la atención a otro tema de conversación y lo consigo, aunque sabes que lo he hecho apropósito, me dejas. Sé que incluso ahora mismo esa duda ronda tu cabeza, quieres saberlo. Pero hay que darle tiempo al tiempo. Ya conoces mis miedos. Quizá si te lo digo te vayas. Si te lo digo habrá acabado la magia. La magia de esperar a que pase algo más en nuestro interior. De ser más. Habremos llegado al momento más alto de la relación y quizás... Quizás te vayas como todos los demás. Por favor, quédate. Quédate siempre.

viernes, 11 de enero de 2013

Miseria.

Duermen en la calle, no tienen dinero, sobreviven con las monedas que algunos les dan. Y así, ellos se quedan con la conciencia más tranquila, porque han ayudado a alguien pobre. Pero el dinero no dura en sus manos, no es eterno, ojalá lo fuera. En cambio, cuando se trata de darle un hogar, comida, atención médica, a lo que en cuatro papeles está escrito que tiene derecho, nadie se preocupa. Todos decimos que queremos que haya trabajo y vivienda para todo el mundo, pero detrás de las palabras se encuentra la indiferencia. Nos estancamos en el habla. Acusamos y culpamos a los que son pobres de su situación. Porque preferimos pensar que ellos se lo han buscado o que no existen o que ya habrá gente que los ayude, pero no es así. Personas que la sociedad ha abandonado, porque son minoría, que no tienen acceso a los servicios, que han perdido su identidad. Mientras, la sociedad progresa y los aparta, a los que se han quedado por el camino de progresar como los demás. Y hay quienes los discriminan, por raza, cultura, creencias... O simplemente por ser pobres. Porque la mayoría de las personas que son discriminadas por ser diferentes no son famosas, ni ricas ni afortunadas. En esta sociedad, no se fijan tanto en el color de la piel, si no más bien en el número de billetes. Pero para cambiar las injusticias hay que cambiar primero las mentes, algo difícil, pero no imposible. Así pues, cambiemos.