viernes, 11 de enero de 2013

Miseria.

Duermen en la calle, no tienen dinero, sobreviven con las monedas que algunos les dan. Y así, ellos se quedan con la conciencia más tranquila, porque han ayudado a alguien pobre. Pero el dinero no dura en sus manos, no es eterno, ojalá lo fuera. En cambio, cuando se trata de darle un hogar, comida, atención médica, a lo que en cuatro papeles está escrito que tiene derecho, nadie se preocupa. Todos decimos que queremos que haya trabajo y vivienda para todo el mundo, pero detrás de las palabras se encuentra la indiferencia. Nos estancamos en el habla. Acusamos y culpamos a los que son pobres de su situación. Porque preferimos pensar que ellos se lo han buscado o que no existen o que ya habrá gente que los ayude, pero no es así. Personas que la sociedad ha abandonado, porque son minoría, que no tienen acceso a los servicios, que han perdido su identidad. Mientras, la sociedad progresa y los aparta, a los que se han quedado por el camino de progresar como los demás. Y hay quienes los discriminan, por raza, cultura, creencias... O simplemente por ser pobres. Porque la mayoría de las personas que son discriminadas por ser diferentes no son famosas, ni ricas ni afortunadas. En esta sociedad, no se fijan tanto en el color de la piel, si no más bien en el número de billetes. Pero para cambiar las injusticias hay que cambiar primero las mentes, algo difícil, pero no imposible. Así pues, cambiemos.

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