lunes, 16 de abril de 2012

Sueño.

Soy un águila. Vuelo por encima de las nubes. Puedo atravesar el cielo con mis alas, puedo rozarlo, a veces incluso tocarlo, pero nunca he llegado a atraparlo. No quiero descansar, mi hogar son las alturas. No quiero volver a la tierra. A ese infierno. Lleno de prisas y estrés. Quiero quedarme aquí. En la soledad, teniéndome a mí misma como compañía y a mis pensamientos.
Soy un pez. Un pez de colores. Pero no de esos atrapados en una pecera, dando vueltas y volviéndome loca buscando una salida, no. Yo tengo el océano para mí sola. Puedo nadar y nadar hasta donde quiera. Entre las olas. Sin ataduras ni problemas. Soy libre. Libre, libre, libre. Tengo que repetírmelo para poder creerlo. Pero lo soy.
Soy una tortuga. Recién salida de un huevo, abandonada a mi suerte en una playa perdida. Huyo de bestias indescriptibles. Camino sobre la arena, mientras mis hermanas se desorientan. Casi puedo llegar a la orilla del mar. Casi.
Soy yo. Estoy contigo. Nos besamos. Nos acariciamos. Puedo tocar tu piel. Puedo abrazarte con fuerza. Sin preocupaciones. Y es tu olor, que me hace volver a la niñez, a una tienda de chuches. Y es la dulzura con la que me acaricias el pelo, la que me devuelve a la vida y, por desgracia, a la realidad. Fue un sueño. Tan sólo un jodido sueño. Quisiera quedarme en el interior de mi mente, bajo mantas y mantas de hueco, que me gustaría llenar con miles de conocimientos. Lástima que sea imposible. Que la vida sea pura y dura. Fue un sueño. Tan sólo un jodido sueño.

sábado, 7 de abril de 2012

Quizá fue suerte, no quiero pensar en ello.

Hubo un tiempo en el que estuve perdida. Vagando por mundos que no habían sido creados por mí. Mundos repletos de sombras y oscuridad. Me vi perdida y sola. Y me quedé sentada esperando a que alguien me recogiera. A que viniera un príncipe en un caballo. O varias personas en un helicóptero. O mi madre con el carrito de la compra. Pero no apareció nadie. Y allí sola me quedé durante un largo tiempo. Viendo cómo los almendros florecían una y otra vez. Hasta que llegó el momento en el que me di cuenta de que ya estaba cansada. Cansada de esperar por alguien invisible creado por mi imaginación. Entonces, recogí mis cosas y me fui. Así de simple: huí. Alejándome de todas aquellas sombras, huí de mi pasado y de sus consecuencias, como una cobarde. Pero me daba igual, solo quería empezar de nuevo. Aparté mi pasado a un lado, lo tomé como una experiencia y se podría decir que lo olvidé. Aunque realmente no sea así. En mis recuerdos está, pero no tan presente como antes. Y al irme de aquellos mundos oscuros, que no estaban hechos para mí, busqué un lugar nuevo donde quedarme. Y aquí estoy.
Tu corazón es mucho más acogedor de lo que pensaba.