jueves, 15 de diciembre de 2011

Deseos, 4.

Marco está sentado en el sofá. Mira hacia el suelo, no sabe qué decir. Vicky le mira, con sus ojos color madera. Suavemente pintados, para resaltar la mirada. Ella se levanta de su sofá y se acerca a Marco. Se sienta a su lado, le coge la mano y apoya su cabeza en su hombro. Su pelo rubio cae sobre su espalda. Con los dedos, acaricia sus manos.
-No tienes por qué hablar si no quieres.
-Me cuesta pronunciar una palabra sin que me entren ganas de llorar.
-¿Quieres un té? Quizá así te relajes.
-Con que me des un poco de agua fría, me va bien.
Vicky va a la cocina. Ya se imagina lo que es. Cuando cortaron, se quedó destrozado. La quería. Y era extraño no haberle visto llorar.
Vuelve con un vaso de agua y se lo da. Se sienta de nuevo a su lado. Sabe que le hace falta un poco de calor, de cariño de alguien. Y, cuando Marco termina, empieza a contarle toda su historia, todo lo que hubo entre Andrea y él, todo lo que sintió, lo que ocurrió y lo que no debería de haber ocurrido. La historia de un niño que creyó en el amor. Y, que al no darse cuenta de lo que tenía, lo fue perdiendo poco a poco.
-Tranquilo, Marco. Sé que duele, sé que es duro, pero en la vida ocurren este tipo de cosas. Y, aunque cueste, hay que asimilarlo. El primer amor es fuerte y resistente, permanecerá en tu memoria para siempre. Pero eso no quiere decir que siempre esté contigo. Conocerás a otro tipo de personas y volverás a sentir. Sólo tienes que creer. El amor es igual que las hadas, si no crees en ello, muere. -y por un momento, Marco nota el año de diferencia. Sólo un año más de vida, significa muchas cosas. Y, además, quizá sea verdad eso de que las chicas maduran antes que los chicos.
-¿Alguna vez te has enamorado, Vicky?
-Una vez. Hace 2 años.
-¿De quién?
Se piensa un poco la respuesta. No sabe si debería enterarse. Pero es un poco un impulso.
-De ti.

Ellas. Salen de la biblioteca.
-Tanto rollo y no hemos estudiado más de dos páginas.
-¿Qué más da? Ya vendré mañana, aún queda tiempo.
Helena se sorprende ante reacción de Andrea.
-¿Con lo obsesiva, responsable y loca por sacar la mejor nota que tú eres? Te veo esta noche estudiando hasta reventarte los sesos.
-Descansaré.
-Y más te vale.
Se despiden. Esta noche no descansará, las dos saben que no. Pero no porque necesite estudiar para sentirse satisfecha, sino porque no podrá dormir. Se conoce y lo sabe, aunque le cuesta un poco admitirlo. Incluso dentro de sus propios pensamientos.
Se va hacia la estación. Tiene ganas de sentarse en la guagua, ponerse sus cascos y desconectar de este injusto mundo. Aunque sea sólo durante 40 minutos.

¿Ya han pasado los 40 minutos? Qué rápido. Me he quedado medio dormida con el ruido de la guagua. Andrea toca el botoncito de “parada solicitada” justo antes de llegar a su destino. El conductor reacciona y frena. Abre las puertas y Andrea baja. Camina sus 30 pasos contados y llega a su casa.
-¿Qué tal está Arrecife?
-No sé.
Lo nota. Se le nota que pasa algo, está diferente, pero prefiere que las primeras palabras del día con su hija, a las nueve de la noche, no sean “¿Qué te pasa?” y que ella diga “Nada.”, suba las escaleras corriendo y se encierre en su habitación hasta mañana.
-Bueno, ¿quieres cenar algo? Nosotros cenamos sándwich.
-No tengo hambre.
-Anda, chica, que hay jamón recién comprado.
-Vale… Me tomo dos rodajas de ese jamón y un yogur.
-Bien, pues dúchate primero, que si no, se enfría el agua.
Andrea se ducha y piensa en él. Cena, ve un poco la tele y le recuerda. ¿Cómo no? Tenía que ser un drama. Se lava los dientes, se mira en el espejo y ve sus enormes ojeras. Ojalá sea la luz. Se sienta en la cama, con la cabeza baja y la mirada perdida. Se acuesta, apaga la luz e intenta cerrar los ojos. Pero como si tuviese resortes, vuelven a abrirse y, cuando se da cuenta, los cierra con fuerza. ¿A quién quiero engañar? Vuelve a encender la luz, que le ciega un poco y coge el libro. Las estrellas se pueden contar de Giulia Carcasi. A las 3:57 Andrea duerme con el libro encima de la cara y la luz encendida.
Al final, no ha podido estudiar.

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