miércoles, 21 de diciembre de 2011

Platos Rotos, 1.

Lunes 16, Mayo. 13:56. Marco se despierta. ¿Qué hora es? Ayer llegó a su casa sobre las 7 de la tarde, estaba tan cansado que se echó a dormir en el sofá y no se ha despertado hasta ahora. Increíble, poder dormir tanto... Joder, ni mi madre ni mi padre me han despertado. Se ve cómo les preocupo, piensa.
Va a su habitación, enciende el móvil. Batería agotada. Y se vuelve a apagar. Coge el cargador y lo enchufa. Va al baño, enciende la luz y se moja la cara, para refrescarse. Se mira al espejo. Así, con la cara empapada. Y ve sus ojos, verde oscuro. Bajo ellos descubre algo que no había visto antes, y si lo vió, no se percató. Unas enormes ojeras. A pesar de que ha dormido muchísimo, están ahí, imponentes. Suspira y apreta los labios. Se seca la cara y va a la cocina. Hay signos de que alguien ha desayunado ahí, restos de pan y una mancha de café en el mantel. Qué hambre... Va a la nevera, no hay leche. Sólo un yogur y algo de zumo. Saca el yogur y coge una cucharilla, lo deja sobre la mesa y busca el pan, que se lo tendrá que tomar sólo y seco. Menos mal que hoy toca hacer la compra, piensa. Desayuna esa miseria y enciende el ordenador. Recuerda las palomitas del microondas que hay en el cajón y las hace. Ahora sí que se me pasará el hambre. Y sonríe.
Un poco de Facebook no le irá mal. Vicky está conectada. Tony y Bruno también. ¿Ellos tampoco han ido al instituto? Mira la hora. 14:23. Ah, vale.
Bruno
¿Dónde has estado la última semana?
Marco
Ocupado... Yo que sé. No he tenido ganas de quedar y he estado repasando un poco lo de clase.
Bruno
Ok.
Oye, lo chicos y yo hemos dicho de ir a Bastián a hacer una barbacoa. ¿Te vienes?
Marco
No sé, tío... Estoy un poco desganado.
Bruno
Si no vienes, tendré que obligarte. Te cogeré por los pezones y te torturaré hasta que me prometas que irás. ¡Si hasta van a venir las chicas! Gara, Susana, Natalia, Nerea y Sara.
Marco
Está bien... Vamos juntos, ¿no?
Bruno
Sí, iremos con Tony que él nos lleva a nosotros, a Kevin y a Pablo.
Marco
Ok.
Marco tiene ganas de contarle lo mal que lo pasó anoche. Lo de Vicky, lo que ocurrió con Andrea. No se lo había contado a nadie excepto ayer, que necesitaba hablar con Vicky.
Marco
Bueno, me voy.
Apaga el ordenador.

Apaga el despertador. Mismo lunes. 6:45. Se levanta y se viste. Se arregla un poco el pelo y baja a desayunar. Hay una taza de leche con cereales esperándola. Termina, se lava los dientes y sube al coche. Su madre la mira un momento. No ha dicho ni mu desde que se ha levantado. Ni si quiera ha respondido a su "Buenos días". Sólo mira por la ventana como pasa corriendo el paisaje. Llegan al instituto. Andrea se baja y saluda a sus amigas, mientras, su madre ve como se aleja.
En clase, nada cambia. Los mismos profesores. Dando las mismas tonterías. Escribiendo lo mismo en la pizarra. Los mismos compañeros atendiendo y los mismos que antes no atendían, durmiendo.
Y cuando se da cuenta ya ha tocado el timbre de salida. Y todos recogen y se van a casa.
Una vida rutinaria. Todo es lo mismo, lo de siempre. Por la tarde, estudia. Casi no le ha dirigido una palabra a su madre. No porque esté enfadada, sino porque no tiene ganas de hablar con nadie. Quiere estar sola un rato. Sofía la llama para salir un rato. Andrea acepta, necesita despejarse. Va a su casa y salen un rato.
-¿Sabes qué? Este sábado hay una fiesta en casa de Tamara, me dijo que te invitara, ¿te vienes?
-No sé... Tengo que estudiar, los exámenes, ya queda menos para la PAU y no me quiero arriesgar. Quiero que me salga perfecto.
-Lo sé, Andrea. Pero no es justo para ti que te encierres en tu casa y te dediques a eso. ¡Necesitas divertirte y salir un poco! Hazlo por mi... -Sofía se arrodilla y le pone ojitos.
Andrea se ríe.
-Está bien... ¡Pero sólo lo hago porque sabes que no me puedo resistir a tus ojitos!
Andrea empieza a relajarse un poco. Sofía siempre sabe cómo alegrarle el día. Hablan de todo un poco, hacía tiempo que no quedaban. Ella le habla de los chicos y de las clases. Y Andrea se limita un poco a escuchar y reírse de sus chistes. Comenta tonterías y se olvida de todo. Todo lo que le rondaba la mente antes, ha desaparecido, provocándole un gran alivio, destensando sus músculos. Le cuenta las estupideces que escucha por ahí, las boberías que escucha de sus profesores y cualquier cosa que haga reír. Lo que más le hace falta, por cierto.

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