lunes, 27 de febrero de 2012

La diferencia está en la mente.

No consigo recordar cómo he llegado hasta aquí, cómo han pasado los años y yo sin darme cuenta. Perdiendo la noción del tiempo, me atraparon tus redes y ya no pude escapar.
A veces me gustaría volver a atrás, para contemplar mi felicidad en tiempos mejores y el cariño que me diste en tiempos peores. Tú eras todo lo que yo no, y eso era lo que más me gustaba. Me llenabas. Y ahora estoy vacía sin ti. Mientras escribo verbos en pasado, te recuerdo: tu bonita mirada no abandona mi mente y me persigue. A donde quiera que voy busco tus ojos, aunque rara vez he coincidido con ellos. La última vez se escondían bajo unas oscuras gafas de sol Ray-Ban. También recuerdo la mejor de tus sonrisas, que con suerte, yo que sacaba. Y tu pelo... Me encantaba acariciarte donde terminaba tu pelo, detrás de la nuca, bajando por la columna hasta la espalda. Se te herizaba la piel y me sonreías.
Pero el problema era que hacías lo que te daba la gana, cuando te daba la gana y donde te daba la gana. Eso era lo único que nos distanciaba y separaba. Creías que yo era igual que tú, pero mientras yo crecía y cargaba con las responsabilidades de hacerme mayor, tú te habías quedado estancado. Y como nadie te ayudó a continuar, te quedaste ahí esperando. Te intenté explicar que somos diferentes, que algunas cosas que para ti eran irrelevantes, para mi eran de lo más importantes. Pero no lo entendías; no me entendías. Y confundiste mis palabras.
De tal forma que te llevaron a hacerte una idea errónea de lo que iba a decir a continuación, pero te equivocabas. La expresión en mi cara no te decía nada porque, ciego de rabia, me mirabas como si fuera un bicho. Aunque quise, no pude olvidar tus frases, aún las recuerdo. Pero, es mejor que eso lo reserve para mi, así puedo concederte el beneficio de la duda... Sé que tú no las recuerdas con tanta nitidez como yo. La vergüenza que te daba el tan sólo pensarlo te hizo distorsionar la realidad y quitarle más importancia de la que tenía.
Ahora vienes arrastrándote aquí, creyendo que mis brazos estarían abiertos siempre esperando tu calor, pero te has encontrado una enorme señal de prohibido. No caería tan bajo de nuevo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario