miércoles, 18 de enero de 2012

Un año más.

Cuando era pequeña, mis padres nos llevaban a mi hermano y a mi de viaje a lugares que he olvidado. Pero, lo que sí recuerdo es ir de excursión y cansarme, recuerdo ser una quejica y una llorona. Cuando eso ocurría, mi padre me cogía y me subía en sus hombros. Mientras él cargaba con mi peso, a veces, con el de una mochila y con el suyo mismo, yo iba sentada y acomodada disfrutando de un paisaje que ya olvidé.

A medida que pasa el tiempo y los años le acompañan, se han fortalecido tus huesos y han debilitado los de quienes te dieron la vida. El tiempo corre y pasa delante de tus ojos. Y junto con el envejecimiento, que son directamente proporcionales, harán que cambies de opinión, que trates de otra forma a tus seres queridos y, en general, que crezcas, tanto física como personalmente. Y llegará el día en que tus padres no podrán valerse por sí sólos, necesitarán la ayuda de alguien para caminar, para sentarse o levantarse, para ducharse... Necesitarán a alguien que les haga la comida, la compra, que les limpie la casa, que les haga la cama, que les compre ropa... Y tú serás mayor. Tendrás un trabajo, una casa, una pareja... Quizá tengas un perrito. Habrás olvidado que cuando tú eras pequeño no te podías valer por ti mismo. Habrás olvidado que ellos te enseñaron a caminar, a hablar a sentarte a levantarte y ellos, te duchaban. Habrás olvidado que se gastaron una fortuna en pañales para que estuvieras limpio, que ellos te hacían la comida y te la daban procurando que te gustara, que ellos lo pagaban todo, que ellos limpiaban la casa, recogían tu habitación, tus juguetes y te hacían tu cama, que ellos te compraron toda tu ropa...
Y no sólo hicieron eso, si no que cuando tú llorabas, ellos te traían un paquete de kleenex, cuando sufrías estaban a tu lado para darte una de sus charlas, para que con palabras tu llanto cesara. Ellos te arroparon, te besaron y te desearon unas buenas noches. Ellos te compraron los juguetes que pedías, las chuches y golosinas, los caprichos innecesarios que hacen que sonrías.
Ahora te piden que les cuides porque, cuando se caen, ya no pueden levantarse. Y tú, egoísta, lo haces a regañadientes. No quieres porque dices que son muy pesados, que tienes cosas mejores que hacer, que podrías llevarles a una residencia. Les cuentas a tus amigos la gran carga que son los padres cuando se hacen viejos y que te apetecería pasar de ellos. Y cuando mueren, te das cuenta de tus errores. Y tu cerebro, al procesar la información, te hace cambiar de opinión. Hace que te des cuenta de lo mucho que los querías y de lo mucho que los necesitas ahora. Siempre los necesitarás.

Cuando era pequeña mis padres nos llevaban de excursión por lugares hermosos y, como yo me cansaba, mi padre me llevaba en hombros. En algún momento, yo haré lo mismo por él.
Yo no he perdido a mis padres, pero pienso con la cabeza, no con los pies.
No desperdicies tu vida, sólo tienes una.
El amor de una madre o de un padre es un préstamo que se devuelve sin intereses.
Ellos son el motivo de tu vida, recuérdalo.

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